lunes, 16 de enero de 2017

¿Queréis saber qué se siente siendo una Doctora Tirita? Jéssika, la Doctora Pompita Tirita, nos lo cuenta...



Llegas, nervioso… Es la primera vez.. ¿Cómo será? ¿Qué nos vamos a encontrar?, miles de dudas que se meten en tu cabeza y no puedes dejar de pensar… La responsabilidad que asumimos al aceptar este reto es enorme, y no podemos evitar la presión.

 


Llega la hora, tocas la primera puerta… Y empieza la magia.


Sólo con asomar la cabeza ya te regalan la primera sonrisa, niños, padres, abuelos… Todo el que esté en esa habitación no puede evitarlo.  


Hablas con ellos, bromeas, les haces tu espectáculo y te marchas… Físicamente es lo que haces, pero la cosa no queda sólo ahí. Durante unos minutos, su dolor, y sus males desaparecen. Haces magia, consigues que por un instante sonrían. 


Todo el mundo valora el poder de la sonrisa, el poder de por unos minutos no pensar en todo lo que en sus vidas les está ocurriendo.


Visitas habitación por habitación, recorres los pasillos, en alguna ocasión incluso te paseas con ellos gotero y silla de ruedas incluídas, otras hasta te atreves a retarles a una carrera, haces que tu imaginación funcione a dos mil por hora, consigues llevar al límite todo aquello en lo que crees y de lo que eres capaz. Inventas, improvisas, haces el payaso, utilizas todos los recursos posibles para conseguir que la magia fluya. 


Visitas la sala de espera, el hospital de día, en nuestro turno con títeres y obra incluída, todos detrás de un telón, compartiendo una obra improvisada donde sin darse cuenta, caperucita roja y el lobo acabaron siendo amigos y en donde el lugar de haber 3 cerditos en el cuento, creo que se colaron dos o tres más para lograr una obra espectacular, que logró los aplausos de todos los que estaban en la sala, y las risas de todos los que estaban y los que no.



 Hace calor, entre recorrido de zonas te abanicas la bata, una que otra vez, para lograr respirar un poco más de aire, y sobre todo conseguir sobreponerte... Las emociones son muchas, y los sentimientos están a flor de piel.


Acabas, recojes tus cosas, y te marchas.



Sales, respiras el aire libre, sin estar comprimido, y entonces te das cuenta... Que la magia no era lo que hiciste dentro, sino que es todos los minutos recolectados con cada niño, con cada padre que te llevas contigo, ellos te la regalan, y no te piden nada a cambio.

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